Hay personas a las que se les rememora por sus atributos y obras tanto en el campo de la cultura, la ciencia o por sus labores humanitarias; Otras, nos dejan un recuerdo indeleble, simplemente por su sencillez, afabilidad en el trato, y denuedo en hacer feliz a los demás. Este es tu caso, amigo Eduardo, pues aunque la vida sólo te dejara estar con nosotros hasta los 62 años, supiste ganarte la eternidad, dejándonos una estela repleta de agradables anécdotas y vicisitudes difíciles de olvidar.

Aunque naciste en Lorca, siempre presumiste de un aborigenado aguiñelismo, ya que con tan sólo dos años de edad, fuiste trasladado a nuestro pueblo. Tu niñez transcurrió en el seno de una familia ejemplar, en cuyo ambiente se respiraban aires comerciales, provenientes de la explotación de la mercería de “EL SIGLO”, impregnados por eufónicos sonidos dimanantes de la virtuosidad de tu padre en el piano, al que tú tanto admirabas, y quien siguió deleitándonos, hasta los últimos años de su vida, endulzando con adagios y sonatas las misas domingueras de la Parroquia de San José.
Creo que la primera vez que te vimos públicamente con un instrumento musical fue en aquella Navidad de 1963, colaborando con un festival benéfico en el salón del antiguo cine Cames ( hoy Acción Católica), junto al primer conjunto músico-vocal pop que surgió en Äguilas Los Stuckans. ¿Quién te iba a decir que aquellas ululantes síncopas del “Twist and shout” que interpretasteis, antes el embeleso de cuantos jóvenes asistimos, iban a ser el preludio de una enorme transformación de la juventud, no sólo en el concepto latente de la música, existente hasta ese momento, sino en las formas de vestir, de peinarnos, de comunicarnos, en definitiva de la evolución de un cambio de actitud mucho más libre y desenfadada?
Formaste parte de la mayoría de los grupos que surgieron en aquella década en nuestro pueblo, “The Flamming Stars”, “Los Dalex”, “Opinión”, etc, en los que

Un viejo proverbio decía que “quien disfruta de los recuerdos es como si viviera dos veces”; y es que no es menos cierta la sensación placentera que sigue invadiéndonos cuando nos recreamos en nuestra memoria recuperando imágenes que quedaron guardadas como un tesoro en nuestro subconsciente, como algo inseparable de nuestras vidas.
¿Cómo olvidar tantos momentos como estos, por ejemplo?:
- Aquellas actuaciones en el Cine Capri en las matutinas sesiones de los domingos.
- Aquellas serenatas que ofrecíamos a nuestras pretendidas, junto a su ventana, entonando apocopadas canciones con nuestras voces empañadas por la fría escarcha de la madrugada.
- Aquellos bailes que amenizábamos los fines de semana de invierno en los salones del Gran Cinema, Peña Aguileña, Casino, Hotel Calarreona o discoteca Pepe´s.
- Aquellos cotillones veraniegos en los que estoicamente aguantábamos a pie de escenario hasta la aparición de las primeras luces del alba, tanto en la pista popular como en la del Casino.
- Aquellas verbenas en los barrios para elegir a su reina.
- Aquel concurso de cantantes y Grupos noveles de Televisión Española que nos propició varios desplazamientos a Madrid, por donde deambulamos acompañados de nuestro querido Paco Rabal.
- Aquellos continuos viajes por pueblos y ciudades actuando en sus fiestas.

Tu lado humano también aparecía en aquellos festivales benéficos (Hospital de ancianos, Procesiones, Iglesia, Caritas, etc; cualquier causa social te parecía justa y suficiente), en los que con tu colaboración altruista era posible la participación de artistas locales y foráneos, cuyo acompañamiento musical dirigías magistralmente.

Y por último, querido Eduardo, quiero concluir así:
Muchas veces estuviste “Llorando por Granada” interpretando tu popular balada, hoy otros lloramos por ti al no tenerte, al igual que lo hacen las olas y la arena de la Colonia al no presenciar tus caminatas mañaneras a las que les tenías acostumbrado. Nuestros ensayos tampoco volverán a sonar como cuando tú estabas. Pero la vida sigue, y de tu eufemística filosofía aprendimos a relativizar los problemas, a minimizar sus sinsabores, por lo que volveremos a sonreír y a ponernos alegres “Cuando salga la luna” , tal y como tú nos decías en tu canción.
¡Muchas gracias Eduardo por cuanto nos diste y nos dejaste!
1 comentario:
muy bueno
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